martes, 30 de octubre de 2012

Happy ever after



Desde mi ventana en un tercer piso observo el espectacular de una novia sexy encarar con rostro de fiera al futuro. El mito “y vivieron felices para siempre” se construye gracias a una sociedad ávida de consumo y certezas. Si escriben en google: ¿Cuándo se institucionalizó el matrimonio? La calificada como mejor respuesta, al fin y al cabo, la más leída y sobre la cuál valdría la pena hacer todo un ensayo, es la escrita por Miss Peggy, la cuál, copio a continuación (con todo y errores ortográficos si se me permite, aun más, la ironía):

El matrimonio lo invento nuestro señor Jesucristo, pero el hombre tiene una idea erronea de lo que es el matrimonio la verdad es que el matrimonio fue creado para no vivir en pecado para estar mas cerca de la felicidad y en armonia con Dios pero el humano ah decidido vivir en union libre por miedo a fracasos y otras veces por falta de fe. El sexo fuera del matrimonio en si no es nada comparado con lo que Dios quiere que sea. Jesus dijo casense conforme a la leyes del hombre el no pide que nos casemos por la iglesia pero si por lo que a nosotros llamamos lo civil. No por que nos importe mucho lo que diga la gente si no para que el mundo sepa que dos personas que se aman se han unido y para cumplir la regla que Dios impuso y los pecados cometidos como tener sexo antes del matrimonio seran perdonados.

Todas las novias son bonitas se dice por ahí, porque todas están brillando con la promesa del amor eterno, la paciencia eterna, el deseo eterno. Sólo que el deseo es un eterno presente que una vez satisfecho, desconoce a lo que se ha tragado. Y una vez que los anillos están colocados, el sí está dicho y los novios se han dado el primer beso de amor, cae el sombrero charro sobre la cámara, comienza el fade out y un letrero nos despide con un apacible y prometedor: “Y vivieron por siempre felices”.

El mito “ils vécurent heureux et eurent beaucoup d'enfants” (Traducción en francés que incluye la afortunada progenie del feliz encuentro) es un cosquilleo que inicia a muy temprana edad. De la Skipper se evoluciona a la Barbie novia y, felizmente, a la Barbie embarazada (una muñeca que tiene un bebé sin vagina, cuyo vientre se abre en puertas para dejar pasar a la cigüeña). También se juega con un carrito de súper, o un set de limpieza del hogar, y ya entradas en responsabilidades con un bebé que babea y hasta hace pipí.

Sin duda lo que más se asentó en mi imaginario happy ever after fueron las películas de Walt Disney, con sus princesas dispuestas a morir por la promesa de un amor verdadero. Recuerdo a Ariel sentada en una roca observando desde lejos a Erick, su torso de quinceañera y su cola de pez enmarcados por las olas de un mar enardecido de pasión, mientra ella entregada canta: “por ti vendré”.  Ariel decide a toda costa regresar por el hombre al que sólo ha visto una vez. Después de muchos años de soñar con ese rapto de entrega, me doy cuenta que la voz propia es un precio demasiado alto para recibir a cambio el tan universal “y vivieron por siempre felices y comieron perdices”.

Con todo y lo que acabo de decir, quiero confesar que siempre he tenido ganas de probarme un vestido de novia. Supongo que es un resabio de mi infancia en la que muchísimas veces, jugué a casarme. El vestido sintetiza el contrato que se lleva a cabo cuando un hombre y una mujer se casan. Es un vestido blanco, porque la mujer es pura y no sólo eso, virginal, única prenda de su marido pues sólo se usa una vez, durante la ceremonia en la que ella se entrega a él.

El mito de happy ever after se sostiene gracias a otro gran mito: la media naranja, aquella persona que nos complementa a la perfección. Así pues, la mujer (ni el hombre) tienen que buscar más allá de ese primer gran amor, porque no es posible que una media naranja se equivoque al ver a su igual.

Para asegurar la virginidad de una mujer está su padre, quien la entrega al marido incorrupta e inocente con el fin de asegurar la descendencia de ambas familias. El vestido de novia sexy del espectacular que se asoma por mi ventana sólo tiene su verdadero significado cuando se acompaña de la sábana blanca que todavía en muchas culturas se muestra manchada de sangre a los invitados. Entre los gitanos, existe un oficio para legitimar la virginidad de la novia. La ajuntaora es esa señora que entra a un cuarto rodeada por todas las mujeres en donde la novia gitana (vestida con oro y plata, eso sí) la espera con las piernas abiertas para que con una aguja (esterilizada, eso también) le rompa el himen. La ajuntaora procede a manchar con esa sangre un pañuelo que mostrará a la enardecida concurrencia masculina.

Tenemos tanto miedo a reconocer nuestra sexualidad (tan variada y libre como en esencia es) porque entonces desconoceríamos los valores que hasta ahora nos han controlado. ¿Por qué el control? ¿Qué existe más allá? ¿Qué sucede si las mujeres dejamos de ser ser objetos de consumo y nos convertimos en sujetos de amor?  

“Casarse es necesario” me dijo un extraño que venía sentado junto a mi en el autobús.  Todavía se pueden encontrar muchas mujeres que sueñan con el momento en el que algún hombre gallardo, de anchos bolsillos y escaso carácter se comprometa a “cuidarla” para siempre, aunque me gusta pensar que son una raza en peligro de extinción.

FIN.