Debajo
del coche, a pocos metros bajo la superficie, la tierra crujía en dolorosos
espasmos de roca. Algo se escuchaba de su lamento y se mezclaba con el silbido
del aire sobre el río, entre las montañas. Sintió encogérsele el pecho.
Naica
es una cueva, una mina y un pueblo, al sur de Chihuahua. Para llegar hay que
atravesar una carretera que cruza en medio de la hacienda Santa Gertrudis y un
inmenso rancho que el ejército mexicano ocupa para sus entrenamientos.Naica, en
tarahumara, significa: lugar sombreado. La enorme montaña es la que da sombra,
así como nombre y sustento a los habitantes.
Los
láseres finos como luminosos vasos capilares leyeron cada una de las líneas
curvas sobre su piel, ésas que le hacían ser. Alguna vez leyó en quién sabe dónde
que las huellas digitales eran marcas de las ondas del líquido amniótico sobre
la delgada piel del feto producidas por los movimientos que nuestras madres
realizaron durante el embarazo. un chasquido metálico se dejó oír desde el
interior de la caverna.
En
el año 2000, a 120 metros de profundidad, dos mineros encontraron un sitio
único en el mundo: La Cueva de los Cristales.
Abrió
la puerta y entró. Encontraron una corriente de aire y cavaron hasta poder
entrar. Descubrieron que había una cavidad inmensa, que caerían al vacío si
continuaban.
La
cueva está formada por cristales de selenita de entre tres y quince metros de
largo. A causa de las altas concentraciones de sodio en el agua, el yeso se
precipita formando los cristales translúcidos y puros, con brillo de luna. Por
eso se llama yeso variedad selenita, por Selene, la diosa de la luna.
Se
supo que todo terminaría. Que no habría dónde esconderse o escapar. Que, después
de millones de años, alguien apagaría la luz, cerraría el libro, guardaría los
instrumentos en sus estuches para siempre. La oscuridad, el silencio, y ningún
testigo. Pero
en ese entonces, en la alegría del hallazgo, la Tierra parecía eterna.
Hay
todo tipo de cuevas; en algunas de ellas incluso el ser humano ha podido vivir,
sin embargo, dentro de la Cueva de los Cristales es imposible estar más de diez
minutos. La temperatura dentro de la cueva varía entre los 39 y 45 grados, y la
humedad está al cien por ciento; esta combinación es mortal para cualquier ser
vivo. Para que la maravilla exista es necesario el sacrificio.
Las bellas figuras de alabastro se rompían con el
tintineo de las copas de cristal. La cueva se movía como transportada por la
pleamar. Deseaba ser ingrávida.
En un pequeño vientre de la Tierra donde parecía que nada malo podría
pasar. Comenzamos a sentir algo muy fuerte y muy extraño: que el tiempo no
existía.
Hay alguien aquí
mirando, escondido.
Cuando estás dentro
de la Cueva de los Cristales todo se detiene, pero el calor y la humedad son
tan fuertes que dejas de mirar y comienzas a sentir, poco a poco te conviertes
en algo más: las manos, la nariz, los oídos, todo se transforma. Respiras y
espiras diferente. Cuando sales de la cueva, regresas, pero ya no eres el
mismo; algo ha cambiado y para todos es diferente.
Afuera apenas amanece.