miércoles, 9 de enero de 2013

Dolores


Estoy cansada, estoy exhausta, no regreso al hospital, estoy harta de éste olor nauseabundo que no se quita con nada. El agua siempre me reanima pero ahora ni siquiera sé si me sienta bien. No siento nada. Nada pasa por mi. Quizá lo único que a veces me alcanza son las caricias de Ramón. Aunque de él también me canso. Es curioso cómo te comprometes con un amante. No hay obligación más fuerte, es como si mi cuerpo le perteneciera. No puedo ver a Mariana a los ojos cuando regreso de estar con Ramón, ¿por qué insisto en sentirme culpable? ¿Alguien de verdad me mira? Yo creo que no. Por eso soy enfermera para que necesiten de mi. Como mi abuela que no se cansaba de decirnos cómo nos mantenía, qué haríamos sin ella porque nuestros padres no nos quisieron nunca, entonces Remedios me tomaba la mano y salíamos a jugar aunque al rato nos regañara la abuela por llegar tan sucias. Deja ya de sobarte las piernas, se te están poniendo rojas. ¿Qué es esto? ¿Cuándo me corté la pierna? Está sangrando. Basta. No me quiero quedar sola. Si Ramón me dejara le jalaría de las piernas. Lo ataría a la cama. Ya basta, ciérrale al agua, no puedes desperdiciar tanto. Tanto tiempo sin saber qué hacer. ¿Qué es esta cortada que tengo en las piernas? Cómo me puedo causar tanto daño sin darme cuenta. Dolores basta, deja que tu cabeza descanse. Hay opciones en la vida, caminos que se cruzan, que cambian, que se tuercen. Cuando lloraba mi abuela me decía: “uno decide cómo sentirse, piensa en cosas bonitas Dolores” Y yo con todas esas pesadillas, cómo se puede pensar en cosas bonitas si el vecino no deja de tocarte entre las piernas, si la abuela no escucha, si Remedios sólo mira. ¿Por qué me habré cortado tanto?